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Isabel Flores de Oliva, mejor conocida como Rosa. Como la mejor discípula de Toribio de Mogrovejo, supo combinar su piedad cristiana con la permanente lucha anti-zombie.

Zombies y La Cofradía del Eterno Reposo

Publicado: 2010-10-11

Corre el año de 1617. La joven Isabel Flores de Oliva se encuentra en su lecho de muerte a sus escasos 31 años. A su lado algunos acongojados religiosos que le profesan su admiración. Entre ellos hay un ex “donado” dominico de tez oscura con quien Isabel pide ser dejada a solas por unos minutos.

Martín de Porres, que así se llamaba el moreno, sale desencajado de la reunión. Se lleva con él la versión completa de una de las más terribles profecías jamás pronunciadas por quien luego sería conocida como Santa Rosa de Lima. Al verlo tan trastornado, uno de los legos le pregunta lo que le dijo la santa limeña, a lo que Martín sólo respondió con una palabra: “¡Ortecho!

Años después Fray Martín revelaría en secreto de confesión - ocultado por generaciones por sus hermanos de la congregación - que la famosa inundación de Lima que Santa Rosa profetizó es una metáfora que representa una marea de muertos vivientes que invadirá ferozmente a la ciudad y engullirá a sus habitantes, quienes no podrán huir ante la falta de rutas de escape e infraestructura de defensa, básicos elementos descuidados por una sucesión de autoridades municipales indolentes.

¿Por qué Isabel Flores de Oliva confiaría tamaña revelación a un mulato anónimo? Porque ambos ya se conocían de mucho tiempo. Desde 1605 para ser exactos, en que Toribio de Mogrovejo los reclutó como discípulos suyos para que continuaran en la lucha contra los brotes de infección zombie. Toribio captó a ambos jóvenes y con ellos formó el mejor grupo de místicos cristianos dedicados a la lucha zombie en todo el continente: La Cofradía del Eterno Reposo.

Como ya lo ha venido revelando la Iniciativa Valhalla, Toribio de Mogrovejo fue un valiente y sacrificado luchador anti-zombie. Pero el avance de la infección entre hacendados españoles y criollos contagiados por indígenas vengativos, sumado a los achaques propios de su avanzada edad, hizo que Toribio se diera cuenta de que necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir.  La elección obvia fue la de elegir religiosos, atados por sus votos de silencio. Es así que se atrevió a revelar el secreto de su lucha anti-zombie y el verdadero objetivo de la Inquisición a la joven Isabel, natural de Quives a quien le asignó el nombre clave de “Rosa”, y a Martín, mulato donado de la orden dominica con experiencia en tratamientos médicos, habilidad altamente relevante para las batallas que se avecinaban.

El entrenamiento fue duro para ambos pero no había tiempo que perder ante el avance zombie. Toribio enfrentó a sus pupilos casi de inmediato con zombies en distintas condiciones: en solitario, en grupo, recién transformados o totalmente podridos. Era imperativo que los dejase preparados antes de que la vejez lo venciera, tanto en las técnicas de combate anti zombie como en tácticas para ocultar sus verdaderas actividades en defensa de la sociedad.

Por ejemplo, para no despertar sospechas ante la sociedad limeña, Rosa ocultaba el origen de sus heridas de batalla bajo una imagen de autoflagelación cristiana, mientras que desde la ermita de su huerto se preparaba para sus siguientes misiones. La tradición que luego recogiera Ricardo Palma como la de “Los mosquitos de Santa Rosa” está narrada en su tomo de “Tradiciones en Salsa Roja” refiriéndose en realidad a moscas carroñeras, las que como sabemos, anuncian la presencia de los cuerpos reanimados.

Martín de Porres. Su cercanía a los enfermos le permitió detectar la propagación del virus zombie ante de que se desataran epidemias. Con mucha visión dedicó parte de su tiempo a entrenar animales para apoyarse en las batallas contra las hordas de cadáveres vivientes.

Por su lado, Martín introdujo el entrenamiento de animales domésticos en el ataque a cadáveres reanimados y reclutó a otros negros donados de la orden dominica, hoy héroes injustamente anónimos: ante el racismo imperante en la época, criollos y españoles jamás veían a nadie considerado inferior directamente al rostro. De allí que las intervenciones de este grupo de valientes hombres se tomaran como una milagrosa multiplicación o bilocación de Martín, quien supuestamente combatía zombies en varios lugares al mismo tiempo.

Toribio falleció habiendo dejado a sus discípulos entrenados para seguir la batalla y para a su vez seguir entrenando a otros como ellos. Tal es el caso del dominico Juan Macías y el franciscano Francisco Solano, valiosas adiciones de La Cofradía que acompañaron a estos entregados jóvenes en su lucha contra la amenaza de los zombies y el terrorífico Ortecho.

Sin embago nada prepararía a los heroicos Rosa y Martín para su mayor reto en 1610: acabar con el zombie del propio Francisco Solano, quien habiendo mezclado el combate anti zombie con sus actividades de evangelización fue infectado con la enfermedad del zombismo en un momento de distracción, terminando sus días con hambre por la carne de los vivos.

Las actividades de La Cofradía no pasaron desapercibidas por Roma, lo que indudablemente influyó en que a sus miembros se les allanara el camino a los altares. Hoy en día, parte de lo que aprendieron estos valientes todavía vive en las tradiciones del pueblo de Chincha, quienes aplican en sus bailes y sin saberlo la técnica del zapateo desarrollada por Martín de Porres para atraer zombies hacia trampas especialmente preparadas. La genial idea de Martín fue la de mezclar la lucha anti-zombie con danzas y bailes, lo que le permitió concientizar más rápidamente a la población.

Cajón musical afroperuano utilizado desde el S. XVII para acompañar el zapateo y atraer a los zombies con las vibraciones.


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Valhalla

where bold, brave men struggle against the zombie armies before returning to Asgard