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Callejón donde el futuro historiador de La Logia casi sucumbe a manos de un muerto viviente.

Zombies y El Historiador de La Logia

Publicado: 2010-12-21

Mientras buscaba inspiración para un cuento que estaba empezando a escribir, en la noche del 30 de diciembre de 1873 un hombre recién entrado a sus cuarentas se encontró caminando sin rumbo y disfrutando de la ligera brisa veraniega entre algunas de las intrincadas y desoladas calles de Balconcillo, cuando un gruñido llamó su atención.

No siendo igual a nada que hubiese escuchado antes, descartó rápidamente que se tratase de un perro o algún otro animal doméstico con el que estuviese familiarizado. Atraido por la curiosidad, el hombre se aproximó a la fuente del gruñido adentrándose en un oscuro callejón.

Al final de la calle sin salida y con ayuda de la luz de la luna vio a una sombra humana golpeando torpemente la pared de adobe tratando inutilmente de salir por allí mientras emitía extraños gemidos.

Manuel, que así se llamaba el hombre de esta historia, pensó que se trataría de algún caballero pasado de copas así que se aproximó a la figura de espaldas a él para preguntarle dónde estaba su residencia y tratar de dirigirlo en la senda correcta. Pero ni bien articuló las primeras frases cuando el supuesto beodo volteó hacia él y entonces, para su horror, pudo distinguirlo bien.

Físico antinaturalmente demacrado, ojos vidriosos, gruesos rastros de sangre seca de una profunda herida en el cuello que asemejaba una horrible mordida, manchas moradas de sangre coagulada en las venas, sólo trozos de labio cubriendo sus dientes y  casi ninguna piel sobre los dedos de unas manos que se acercaban amenazantes eran las características más saltantes de esta aparición que hizo caer a Manuel de espaldas cuando trataba de huir retrocediendo aterrorizado.

Casi inmovilizado por el pánico, Manuel sólo pudo seguir alejándose arrastrándose sobre el suelo ayudado de manos y pies mientras trataba de pedir ayuda pero quedó atrapado contra un muro a poco más de un metro de distancia del engendro que se aproximaba con las fauces abiertas hacia él. Seguro de que su grito de auxilio no había sido escuchado, Manuel se preparó a morir a sus exactamente 40 años de vida.

Lo que sucedió a continuación nunca se le olvidó en las décadas que siguieron: el reflejo relampageante de una hoja de acero hundida certeramente en el cráneo del monstruo. El portador del arma, un caballero de barba en impecable uniforme naval:

- ¿Quién es usted?  ¿Qué .... qué era esa cosa?

- Una pregunta a la vez. Soy el Capitán Miguel Grau Seminario, a sus órdenes - dijo el uniformado - y eso, querido amigo, era un cadaver reanimado.

- ¿Cómo? - exclamó Manuel mientras se iba incorporando.

- Entiendo que pueda serle difícil de digerir lo que le acabo de decir. Hasta hace unos años yo tampoco lo creía posible. Pero vealo usted mismo.

Miguel Grau, apasionado patriota y defensor de la humanidad contra la amenaza de la plaga Z.

Manuel se agachó a ver el cuerpo maltrecho que yacía en el piso. En efecto, por el aspecto y el característico olor podrido pudo comprobar que se trataba de un cadaver.

- ¿Cómo es esto posible?

- Nuestro grupo aún no tiene una respuesta definitiva aunque creemos que se trata de las primeras manifestaciones del Ortecho. Este ejemplar saltó de un balcón a pocas casas de aquí mientras yo lo perseguía ...

El marino se calló al darse cuenta de que estaba dando demasiada información. Pero el hombre a quien acababa de salvar le inspiraba inexplicable confianza. Además, pensó, cualquier mortal inmerecedor de la verdad ya hubiese huido despavorido.

- Venga conmigo. Estoy de franco y creo que ambos nos merecemos un trago para recuperar el aliento. Tengo un licor de algaborro recién traido de Piura que podemos degustar mientras le cuento todo.

- Está bien. Beber no está entre mis costumbres pero esta ocasión lo amerita.

Ambos hombres salieron del callejón y caminaron esta vez por las calles más iluminadas.

- ¿Cómo se llama usted?

- Manuel Palma. Pero uso más mi segundo nombre, Ricardo.

- ¿El historiador Ricardo Palma? - Grau se detuvo para observar mejor a su interlocutor - Me parece que nos presentaron en esa velada en la Biblioteca Nacional hace unos meses. He leído con mucho interés sus tratados de historia colonial.

- Soy historiador e investigador en mis ratos de ocio. Dígame algo, ¿esto tiene algo que ver con el Uro Tisho andino? Recuerdo haber encontrado algo sobre esta deidad y el culto a los muertos durante mi investigación sobre la Inquisición.

- Es usted muy suspicaz. Justo el tipo de persona que estamos buscando.

- ¿Buscando?

- Soy parte de un grupo, una liga, si lo quiere ver así, que  está llevando secretamente la lucha contra estas criaturas. Lamentablemente todavía somos pocos y nos sería de gran ayuda contar con alguien capaz de escarbar entre la bruma de la historia el origen de esta  abominación. Venga conmigo y lo pondré al tanto.

El resto es historia. Este encuentro que salvó la vida de Ricardo Palma lo marcó para siempre y fue la inspiración para que empezara a escribir sus famosas "Tradiciones en Salsa Roja" (no confundir con la obra de Celso Torres), recopilando allí las legendarias aventuras de La Logia. Y es La Logia la sociedad secreta que menciona Grau y que en su apogeo reuniría al propio Grau, a Bolognesi y a Leoncio Prado entre otros héroes, en peligrosos encuentros con los cadáveres andantes, en desigual lucha contra el advenimiento de El Ortecho. El relato que acaba usted de leer, amigo lector, es una adaptación de la historia original escrita por Palma.

Joven Ricardo Palma, historiador de La Logia. Fue salvado por Miguel Grau de una muerte segura a manos de un infectado.

Estas historias a su vez, fueron inspiración para Clemente Palma, hijo del ilustre escritor que a su tiempo se atrevió a investigar profusamente el mito de El Ortecho publicando sus hallazgos al respecto mezclando verdad y ficción para no atemorizar innecesariamente a una población desprevenida ante la amenaza en ciernes.


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Valhalla

where bold, brave men struggle against the zombie armies before returning to Asgard