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Ricardo Palma, historiador de La Logia y cronista del fenómeno zombie en tiempos de la Colonia y primeros años de la República.

Zombies y Las Moscas de Santa Rosa

Publicado: 2011-02-02

Como ya hemos venido comentando, Ricardo Palma escribió sus famosas "Tradiciones en Salsa Roja" inspirado por las crónicas virreynales de la lucha antizombie y alentado por el heroismo de La Logia, entregado grupo de lucha antizombie contemporaneo de don Ricardo.

En esta ocasión, transcribimos en calidad de primicia la conocida tradición "Las Moscas de Santa Rosa", cuya versión censurada por el propio autor en la forma de "Los Mosquitos de Santa Rosa" es lo que se lee en las escuelas del país que aún no han adoptado la currícula de Prevención Zombie.

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Las Moscas de Santa Rosa

Cruel enemigo de los cadáveres es la mosca necrófaga o carroñera, cuando se le viene el antojo de alimentarse en torno a nuestros fallecidos, haciendo imposible velorios serios con su incansable impertinencia. ¿Qué reposo tendrá un cristiano fallecido con su cuerpo carcomido por el impertinente animalejo? ¿Qué consuelo los parientes al ver a la malcriada mosca cebándose con sus seres queridos?

Pues yo se los diré: el consuelo de saber que si su abuelo recién muerto se transforma en un cadaver reanimado, la presencia de las moscas carroñeras donde no debiera haber ninguna le advertirá de la presencia del monstruo.

Por eso mi paisana Santa Rosa, tan valiente para enfrentarse a las hordas de cadáveres vivientes, halló en las moscas aliados invaluables para su lucha contra esos esbirros de Satanás.

Y ahí va, a guisa de tradición, lo que sobre el tema tal refiere de los biógrafos de la santa limeña.

Sabido es que en la casa en que nació y murió la Rosa de Lima, hubo un espacioso huerto en el cual se edificó la santa una ermita u oratorio destinado al recogimiento y penitencia. Los pequeños pantanos alrededor del huerto, con sus residuos del regadío y animalitos silvestres muertos, son criaderos de miriadas de moscas carroñeras y como la santa no podía pedir a su Divino Esposo que, en obsequio de ella, eliminase a los muertos vivos sin más, optó por parlamentar con los insectos y pedirles ayuda.

Así decía:

– Cuando me vine para habitar esta ermita, hicimos un pacto las moscas y yo, de que no los molestaría, y ellos a cambio me señalarían los lugares donde se ocultaban los fétidos engendros.

Y el pacto se cumplió por ambas partes, como no se cumplen... ni los pactos politiqueros.

Aun cuando penetraban por la puerta y ventanilla de la ermita, las moscas guardaban compostura y no se atrevían a posarse sobre los alimentos de la santa hasta que ella les decía:

- ¡Esta noche vamos a cazar!

Y salían obedientes las moscas y Rosa tras ellas, buscando a los recientes muertos vivientes que se encondían entre los recovecos de la ciudad al acecho de posibles víctimas. Las moscas identificaban los olores y situaban y se alimentaban del enemigo para que llegada Rosa les propinara el certero golpe en la cabeza que acabara con sus miserias.

Al regresar a la ermita luego de una noche entera de batallas de vida o muerte, la santa los convocaba para decirles:

- Bueno será, amiguitas, alabar conmigo al Señor que las ha sustentado hoy.

Y las moscas se arremolinaban en el alféizar de la ventana, zumbando levemente hasta que la bienaventurada decía:

- A recogerse amigas, formalitas y sin hacer laberinto.

La valiente Rosa de Lima, santa que, al igual que Martín de Porras, utilizó animales para la lucha antizombie.

Eso se llama buena educación, y no la que da mi mujer a nuestros nenes, que se le insubordinan y forman algazara cuando los manda a la cama.

No obstante, parece que alguna vez se olvidó la santa de dar orden de buen comportamiento a sus súbditos; porque habiendo ido a visitarla en la ermita una beata llamada Catalina, las moscas se cebaron en unos frutos fermentados que llevó para comer. La Catalina, que no aguantaba pulgas, dio una manotada y aplastó una mosca.

– ¿Qué haces hermana? –dijo la santa–, ¿Mis compañeros de lucha me matas de esa manera?

– Enemigos mortales que no compañeros, dijera yo –replicó la beata. ¡Mira éste cómo se estaba comiendo mi almuerzo!

– Déjalos vivir hermana: no me mates a ninguna de estas pobrecitas, que te ofrezco no volverán a molestarte, sino que te ayudarán si decides unirte a la lucha de La Cofradía.

- ¿Qué cosas hablas de una Cofradía, hermana? –dijo Catalina–, Somos dominicas y punto. Pero acepto tu ofrecimiento sobre estos insectos.

Y ello fue que, en lo sucesivo, no hubo mosca que se le atreviera a Catalina pero, cosa extraña, parecían aparecérsele en ciertas zonas de la ciudad, sobre todo poco después de muertes por supuestos ataques de animales.

También la santa en una ocasión tuvo que valerse de sus amiguitas para castigar los remilgos de Francisquita Montoya, beata de la Orden Tercera y candidata a formar parte de La Cofradía del Eterno Reposo que se resistía a acercarse a la ermita, por miedo a los bichos y escepticismo en la lucha de Rosa contra los cadáveres andantes, aún cuando el mismísimo Toribio de Mogrovejo la había reclutado.

– Pues tres moscas te harán de picar ahora como si de carne muerta estuvieses hecha –le dijo Rosa–, uno en el nombre del Padre, otro en el nombre del Hijo y otro en nombre del Espíritu Santo.

Y simultáneamente sintió la Montoya en el rostro el ataque de tres moscas. Todo esto lo sé porque los cronistas me lo contaron en sus escritos y testimonios. El Salterio de Toribio da cuenta además de estos y otros hechos de Rosa de Lima y Martín de Porras que, ni duda cabe, les iré revelando para su conocimiento y preparación para la inminente epidemia de muertos vivientes que pronostica el regreso del Uro Tisho.


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Valhalla

where bold, brave men struggle against the zombie armies before returning to Asgard